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Open Relationship

MAGNUS MISETT PABLO VIKTOR

Nunca falta una buena tarde de sol en los jardines sudados de Perú. Pablo Bravo y Viktor Rom, charlando como dos lobos alfa con la mandíbula suelta, hablando de culos ajenos y anécdotas con olor a macho en celo. Luego llegó Mister Magnus con su novio nuevo—un tal Antony Misett, de carita de niño y culo de pecado.

No pasaron ni dos tragos de cerveza antes de que la conversación se pusiera cochina. Viktor y Pablo, directos como dos pollas empalmadas, van y le sueltan a Magnus: “Oye, ¿ustedes son pareja abierta? Porque a tu chico queremos follarlo, y de una.” Antony, medio nervioso pero cachondo, confiesa que aún no, pero que tampoco les amarga la idea. Pobre Antony, que apenas acababa de llegar y ya tenía la cara colorada y el culo temblando, acepta el reto entre miedo y morbo... Y ya no hubo vuelta atrás.

En un abrir y cerrar de shorts, el césped ya tenía tres pollas al aire, duras y pulsando, apuntando a Antony como cañones a punto de bombardear. El chico ni lo pensó—se arrodilló, lengua fuera, tragando saliva y pollas con la misma ansia de alguien que lleva días sin probar bocado. Pablo la tenía gorda y venosa, con la cabeza brillante como fruta madura; Viktor, peluda y gruesa, con ese aroma agrio y salvaje de macho que ha estado todo el día sudando al sol; y Magnus, bueno, Magnus siempre fue de esos que la esconden pero, cuando sale, hace sombra.

El aire olía a sexo y pasto mojado. Antony se dejó devorar, boca llena de carne, las manos de los otros enredadas en su pelo mientras gemía ahogado y tembloroso. Lo levantaron entre empujones, con las nalgas al aire y el agujero abierto, camino al borde del acantilado, donde la brisa salada le lamía la piel y el peligro añadía ese punto de adrenalina que vuelve a los tíos más animales todavía.

Allí, con el culo apuntando al horizonte y la verga de Viktor empujando su entrada, Antony se deshizo, reventado a pollazos mientras Magnus le sujetaba la cintura, y Pablo le follaba la boca hasta hacerlo ver estrellas. El pobre Antony solo sabía tragar, gritar y pedir más, sin saber si el vértigo era por el borde del acantilado o porque tres machos lo tenían abierto en canal, llenándole de leche hasta las entrañas.

Al final, fue un festival de corridas: en la boca, en la cara, en el culo; Antony, cubierto y temblando, con la sonrisa boba y los ojos nublados de placer brutal. Magnus, al ver a su chico desparramado y goteando semen por todos lados, solo atinó a reírse y decirle, medio en broma y medio en serio, que quizás era momento de dejar la relación.


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